30/11/22

en Abrir un libro

Octubre de 2022 | por PacoMan


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Asesino Cósmico (1973) y (2011)

 

Esta es una reseña doble, un mismo título para dos textos separados en el tiempo por 38 años, pero unidos por varios motivos. Se da la agradable coincidencia que Cantavella le pide a su amigo el escritor Juan Gallardo (que firma sus obras con decenas de alias, siendo el más conocido Curtis Garland) que escriba un capítulo para su libro… Pero mejor, que él mismo lo cuente:

 

«Colaboración de Curtis Garland en la novela.

 

Me complace apuntar aquí que el capítulo IX en la novela Asesino Cósmico, titulado “La verdadera historia del temible Ukk”, es en efecto un relato del insigne Curtis Garland. Como sin duda muchos de ustedes ya sabrán, Curtis Garland, uno de los héroes de la novela popular española, es en realidad un pseudónimo. Tras él se oculta el escritor Juan Gallardo (Barcelona, 1929), quien en la primavera de 2009 aceptó escribir este texto partiendo de un guion de cuatro líneas.

 

No termina aquí nuestra colaboración, aunque en lo que sigue ha tenido un carácter unilateral. Y es que el título de mi novela se lo he robado a una de las suyas: Asesino Cósmico (Bolsilibros Bruguera, 1973; con portada de Antonio Bernal).

 

Tanto la citada novela, publicada en la colección “La conquista del Espacio”, como Hija de las Tinieblas (Bolsilibros Bruguera, 1978; con portada de Salvador Fabà), de la colección “Selección Terror”, aparecen parafraseadas y malversadas en la presente. También en este sentido he contado con la complicidad del autor.»



26/10/21

en El País

26/10/20 | por Laura Fernández

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La nueva era del ‘pulp’ catalán

El año 2011, Robert Juan-Cantavella publicó Asesino cósmico (Literatura Random House), novela que podría considerarse lo más cercano a una huella física de la imparable y fructífera metamorfosis que el pulp sufriría en la década que entonces empezaba. Aquella ambiciosa novela ambientada en un lugar imposible, que contenía a la vez todos los lugares que la ficción popular haya inventado jamás, recogía un relato escrito para la ocasión por Curtis Garland, el legendario Juan Gallardo, autor de cientos de los llamados bolsilibros, un proletario de la letra escrita, eminencia a la sombra del pulp patrio.

 

La intención de Juan-Cantavella era la de rendir homenaje a uno de sus maestros, ninguneado por un sistema que exprimía a los autores que hacían soñar con otros mundos convirtiéndolos en austera metralla de quiosco. Tal gesto ha alcanzado hoy, con el pulp convertido en laboratorio de ideas y generador de formas rupturistas, una condición de símbolo, como demuestran las novelas de Colectivo Juan de Madre o Max Besora, convertidos en vanguardia de la ficción en España. Una especie de relevo autoinvocado que, para un sello fundamental en esa renovación como Aristas Martínez, fue posible gracias al 11-S.


27/5/13

en micro-revista

20/03/13 | por Jorge Carrión

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La obsesión pulp

Leyendo con una sonrisa en los labios Maldito planeta azul (Periférica, 2012), con esas fascinantes historias de superhéroes o de supervivientes de un mundo apocalíptico que se comportan como si nada pasara, salen a comprar un paquete de cigarrillos, desnudan a las mujeres gracias a su supervisión o quedan con los amigotes y se van de parranda pese a la pandemia zombi, he pensado en el retorno al pulp que recorre buena parte de la producción cultural de nuestra época. Al cómic del colombiano Joni B se le podrían añadir y novelas como Asesino cósmico (Mondadori, 2011), de Robert Juan-Cantavella, o La insólita reunión de los nueve Ricardo Zacarías (Aristas Martínez, 2012), del Colectivo Juan de Madre; o volúmenes colectivos como Vienen bajando. Primera antología argentina del cuento zombie (CEC, 2011), o la alucinante Black Pulp Box / Caja Negra Pulpa (Aristas Martínez, 2012), un pozo sin fondo con más de novecientas páginas de relatos y fanzines e ilustración y cómic, divididas en seis libritos, tres de ellos firmados respectivamente por Cisco Bellabestia, Francisco Javier Pérez y Daniel Ausente.

El fenómeno no es una sorpresa si tenemos en cuenta que, después de Borges, que también partió de cierto pulp de su época (la gauchesca, el western, la novela policial), tal vez sean autores como Alan Moore o Quentin Tarantino los que mejor definen el trabajo actual con ese gran archivo que es la tradición popular. Los tres comparten una gran potencia estética y una inteligencia narrativa que les permite construir complejidad. Cuentos emblemáticos como “La biblioteca de Babel” o “Tres versiones de Judas” comparten con From Hell o con Pulp Fiction la capacidad de hacer convivir en una única obra perfecta infinitos niveles de significación. El pulp es el punto de partida para la matemática artística, para la creación de alto nivel. En cambio, en algunos ejemplos de la tendencia al bolsilibro que encontramos en las librerías españolas el pulp es un punto de partida y un fin en sí mismo. Pienso, entre otros casos, en El corazón de Julia (Morsa-Señor Pulpo, 2012), de Óscar Gual y Juan-Cantavella, o en Lady Grecia (Aristas Martínez, 2013), de Riot über Alles y Vanity Dust. No se trata de utilizar la literatura popular como un trampolín para saltar al Sistema Solar o a la Teoría del Caos, sino como si se tratara de un túnel que te permite penetrar en el núcleo oscuro de la pulpa de papel.

La pulpa nos lleva al interior carnoso de la fruta y de las plantas y al desecho industrial. No es casual que encontremos a los mismos escritores en el terreno del periodismo gonzo. Ni que Juan-Cantavella y Vanity Dust se hayan interesado, con media década de diferencia, por Marina D’Or, Ciudad de Vacaciones, como símbolo y como ruina de la sociedad del bienestar. El gonzo es al periodismo o al porno lo mismo que el pulp es a la literatura o al cómic: ruido y furia, voluntad de excavación en el núcleo duro y negro de lo real o de lo imaginario. Una bola sucia como la que arrastra el escarabajo pelotero. Un corazón podrido que no admite embellecimiento. La crisis no pasa porque es sistémica y las librerías y las páginas web se llenan de pulpa de lo real. Porque la ficción también es realidad. Y por tanto no hay escapatoria posible.

En Jot Down

14/03/13 | por Javier Calvo

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Nueva narrativa extraña española: un mapa


¿Cuáles son los libros y los autores del fenómeno “nuevo extraño”? Curiosamente, en mi opinión su libro más representativo sería Asesino cósmico (Mondadori, 2011) de Robert Juan-Cantavella, aunque el resto de la obra de este autor no tiene nada que ver con las coordenadas del “nuevo extraño”. Con su maravilloso mapa de la isla Meteca, cortesía de Riot Über Alles, y su tie-in con la obra de Curtis Garland, que es de hecho el autor del capítulo IX, Asesino cósmico es un intento fabuloso de crear una obra que abarque todos los géneros del bolsilibro en feliz y caótica colisión: terror, ci-fi, fantasía y lo que haga falta. Un verdadero carrusel coral con cientos de personajes, máquinas inventadas, asesinos cósmicos, monstruos legendarios y vampiros, ambientada en 2035 en una isla vagamente postapocalíptica, que narra los acontecimientos que durante dos o tres días llevan a la hecatombe de Ciudad Nueva, interrumpida por múltiples relatos secundarios, flashbacks, historias paralelas y relatos independientes.

7/2/13

Muere Curtis Garland

Juan Gallardo
El hombre tras Curtis Garland

[Publicado en Tendències, de El Mundo, 7/2/13]



El martes por la tarde (5/2/13) no sólo murió Juan Gallardo Muñoz. Con él se fueron para siempre Donald Curtis, Mark Savage, Jason Monroe, Adisson Star, Frank Logan, Dan Kirby, Elliot Turner, Glenn Forrester y —puede que por encima de todos ellos— Curtis Garland, un puñado de héroes de la literatura popular española que habitaban juntos bajo la dermis del mismo hombre, cuya muerte tiñe ahora de luto los kioscos de todo el país.

Gallardo vivió una vida complicada. La raza de libros a la que consagró su vida —novelas “de a duro”, se las llamó durante mucho tiempo, historias de detectives y de vaqueros, de marcianos y aventureros—  eran alumbrados con la bendición del lector de la calle, pero sin campaña de promoción ni entrevistas al autor ni apoyo de la editorial ni nada. El mundo conocía a Curtis Garland, los amantes de la literatura popular lo admiraban, coleccionaban sus novelas. Varias generaciones de lectores han disfrutado de sus libros. 

Mientras tanto, Juan Gallardo vivía tranquilamente en el barrio del barcelonés del Poble Sec, a un minuto del teatro El Molino, protegido por su anonimato y tras sus gafas de sol. No conservaba sus manuscritos. Apenas tenía unos cientos de sus novelas publicadas (algunos coleccionistas han contabilizado unas dos mil). A pesar de las dificultades, costaba borrar de su rostro una sonrisa optimista bajo ese bigote cano, tan característica como sus muchas gorras de béisbol.   

Cuando hace cinco o seis años tuve la suerte de conocerlo, Gallardo entraba en algo parecido a una vejez dorada. El editor Gabriel Bravo reeditaba en Morsa una de sus novelas y le pedía que escribiese sus memorias, un libro precioso que vería la luz con prólogo de otro de sus mayores admiradores, el escritor Javier Pérez Andújar, y que constituye una auténtica lección de humildad y honestidad, además de una crónica fantástica del fenómeno de los bolsilibros. Su pseudónimo más célebre volvía a figurar en el mapa. Le llamaban para entrevistarlo, lo invitaban a festivales literarios, daba charlas, presidía una tertulia en el Paralelo de Barcelona, estaban rodando un documental sobre él y el mundo literario al que pertenecía. Junto con su compañero de fatigas Frank Caudett (uno de los nombres de guerra de Francisco Caudet, otro histórico del pulp hispano), seguía escribiendo novelas para kioscos de varios países de Latinoamérica. Volvía, en suma, a una actividad febril. De hecho, durante los últimos meses de operaciones y convalecencia hospitalaria, escribió a mano dos novelas. Cuando el martes por la tarde murió en el Hospital Clínic de Barcelona a la edad de 83 años, en su mesita auxiliar, junto a una novela de Agatha Christie, descansaban las pruebas editoriales de Asesinatos exquisitos, una novela firmada de nuevo por Curtis Garland y ambientada en el Londres victoriano, donde una pareja de detectives tenía que vérselas con un asesino oculto tras una máscara veneciana. Se mantuvo al pie del cañón hasta el último momento. Prácticamente, murió con el boli en la mano.

Empezó su carrera a los quince años, escribiendo críticas sobre cine, y carteándose con actores y cineastas a los que admiraba (Walt Disney, Judy Garland). Fue actor de teatro clásico, guionista de cine y un amante del fútbol. A los que de momento nos quedamos aquí, nos quedan y nos quedarán para siempre sus novelas, y un ejemplo al alcance de muy pocos.


Otras despedidas:

http://enmemoria.lavanguardia.com/obituarios/juan-gallardo.html 
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/02/09/actualidad/1360366303_426899.html

http://elbutanopopular.com/articulos/563/homenaje-a-curtis-garland
http://bolsilibrosblog.blogspot.com.es/2013/02/despedida-curtis-garland.html
http://elmercatdesantantoni.blogspot.com.es/2013/02/curtis-garland-lescriptor-misterios.html
http://encontretuslibros.blogspot.com.es/2013/02/adios-curtis-garland.html
http://www.que-leer.com/18852/ha-fallecido-curtis-garland.html
http://www.elperiodico.com/es/noticias/ocio-y-cultura/fallece-novelista-juan-gallardo-alias-curtis-garland-2311817
http://www.btv.cat/btvnoticies/2013/02/06/mor-lescriptor-juan-gallardo-munoz-mes-conegut-com-a-curtis-garland/

http://www.tv3.cat/videos/4458823/CURTIS-GARLAND-MOR
http://www.laopiniondezamora.es/benavente/2013/02/07/fallece-barcelona-84-anos-escritor-juan-gallardo-munoz/658116.html
http://www.microrevista.com/bye-bye-mister-garland/
http://www.go-mag.com/es/cultura/libros/curtis-garland-fallece-literatura_r3517/ 

12/12/12

en EnCubierta

2/12/2012  |  por  Paula Corroto






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Robert Juan-Cantavella: “La distopía parece más al alcance de la mano que la utopía”

Asesino cósmico es una novela del futuro con muchos ecos del pasado. Homenaje a las novelitas de a duro, al género pulp y a Curtis Garland, escritor que en los setenta publicó más de 2.000 obras, en ella Robert-Juan Cantavella (Almassora, 1976) nos sumerge en la idea postmoderna de que hoy en día cuesta mucho trabajo imaginarse que el futuro será mejor. Como él mismo dice en esta entrevista, “el agua del río de Heráclito ha cambiado, y el río sigue siendo el mismo”. El escritor es autor de ejercicios narrativos como El Dorado, donde juguetea con el periodismo gonzo y recientemente publicó junto a Óscar Gual, El corazón de Julia, un folletín-punk, según algunos blogs, en el que atacan el discurso oficial sobre los derechos de autor y la industria cultural frente a las nuevas herramientas digitales.

Asesino cósmico es una especie de homenaje a las novelas de a duro, a Curtis Garland y al género fantástico, pero también es un alegato a la imposibilidad de creer en un futuro mejor. ¿Por qué esta desesperanza?
A menudo las novelas de ciencia-ficción cuentan una historia que sucede en el futuro para hablar del presente. Este no es el propósito principal de Asesino cósmico, pero por poco que lo sea no hay mucho donde esperanzarse.

¿Ya no nos sirve la ciencia-ficción para imaginarnos algo mejor, una vida más fácil, más confortable? De hecho, el género, en los setenta, parecía encaminado a eso.
Supongo que sí puede servir, depende del autor. Pero ahora parece más complicado imaginarlo. La distopía parece más al alcance de la mano que la utopía, quizá por cuestiones de realismo.

Uno de los personajes de la novela dice: “Estos humanos no necesitan excusas para volver una y otra vez a acabar con todo”. Por tanto, no aprendemos nada de los errores. ¿Qué quedó de esa idea de Heráclito de que todo cambia?
Heráclito decía que todo cambia, pero no que todo cambia a mejor. En la novela han pasado unos treinta o cuarenta años, han cambiado muchas cosas, pero los hombres siguen comportándose del mismo modo mezquino y autodestructivo. El agua del río de Heráclito ha cambiado, y el río sigue siendo el mismo. 

Pero, ¿y la ciencia (vamos a dejar de lado la ficción)? ¿No nos ha permitido un mejor futuro?
Claro que sí, unas veces más que otras, supongo, pero eso es difícil discutirlo.

Y ahora sí, vamos a la ficción. Al menos nos quedará la imaginación para creer en mundos mejores.
Sí, o para echarle otra mirada al nuestro.

Otro personaje interesante del libro, Cleofás Reyero, tiene una extraña relación entre el sexo y la muerte. Esta asociación entre Eros y Tanatos está muy presente en la literatura. ¿Por qué la recalcas en tu novela?
El sexo y la muerte crean un cóctel apasionante, ahora y siempre, como tú dices. Simplemente es un elemento que está ahí, y que me venía muy bien para crear a este personaje. El propósito inicial era jugar con el porno, y jugando jugando llegué a la muerte. Algunos temas están presentes siempre.

Isla Meteca es el paisaje de la novela. ¿Qué significa exactamente este lugar?
Me interesaba crear un mundo nuevo para esta novela, y una isla es un lugar que te permite hacerlo de un modo muy sencillo, pues está encerrada en sí misma, y en el caso de Isla Meteca, tiene una comunicación muy precaria con el exterior. Además es una isla pequeña, que alberga una sociedad pequeña, algo que siempre me ha interesado mucho, pues necesitas menos elementos para recrear un mundo, que en última instancia acaba funcionando como el mundo real. El nombre tiene que ver con los metecos de la antigua Grecia, extranjeros, gente con menos derechos que los ciudadanos griegos. En la novela sucede algo parecido con los habitantes de esta isla.

Asesino cósmico, aunque juguetée con el género fantástico, tiene un aura antigua… El estilo literario que utilizas me parecía cervantino, los personajes tienen nombres que parecen sacados de hace siglos… ¿cuál era la intención? ¿El futuro es paradójicamente retro?
El futuro que se plantea en la novela de algún modo lo es. Cuando me acerqué a este tipo de novelitas populares de los años sesenta y setenta, sobre todo a las de ciencia ficción, lo hice en parte atraído por el lenguaje tecnológico que se manejaba en ellas, que en la época estaba intuitivamente conectado con el futuro. Yo he querido jugar con ese vocabulario, pero ahora, cuarenta o cincuenta años más tarde, ya no nos parece conectado con el futuro sino con el pasado. Esa extraña mezcla de futuro y pasado fue lo que me dio el empujón final para ponerme a escribir la novela. Por eso el lenguaje de sabor antiguo para contar hechos que suceden en el futuro, me pareció una forma interesante de materializar esa paradoja entre pasado y futuro; por eso los nombres, que a fin de cuentas están sacado en gran parte del santoral católico, pero hoy están en desuso; por eso uno de los escenarios de la novela es un videoclub, con cintas VHS. Los personajes de Asesino cósmico viven en el futuro, pero su modo de vida, sus nombres, la forma en que están contados los personajes, a nosotros nos suena a pasado.

En la Semana Negra de Gijón comentaste que Matrix era la película de ciencia ficción más innovadora de los últimos años, y sin embargo, era retro. Lo cierto es que si nos fijamos en la cultura pop todo tiene un aire “vintage”. ¿Por qué somos incapaces de crear algo nuevo? ¿Qué “capa” lo experimental?
Creo que dije la más famosa, no me parece la más innovadora. Primer, por ejemplo, de Shane Carruth, sólo unos años posterior, sí me parece innovadora. Pero sí, en Matrix se recrea el futuro con elementos del pasado. Puede que eso de crear una sociedad nueva en el futuro requiera de una confianza, de un optimismo, que hoy en día no está a nuestro alcance.

Por cierto, publicaste ‘Asesino cósmico’ en 2011 y desde entonces el discurso del no-progreso no hace más que aumentar. Esquizofrénicamente se opone a otros alegatos como ‘otro mundo es posible’, “podemos mejorar lo que tenemos”. ¿El no-progreso es un discurso desde el cansancio?
Creo que son cosas distintas. Desconfiar de la idea de progreso propia de la modernidad, de la sociedad ilustrada, es un signo de nuestra época, de la postmodernidad, algo de lo que no podemos huir tan fácilmente. Las ideas políticas de protesta expresadas los últimos años en la calle bajo lemas como “otro mundo es posible”, en mi opinión son compatibles con vivir en una sociedad que ya no tiene derecho a confiar en la modernidad como proyecto cultural. Lo que vienen a pedir estas protestas, básicamente, es que dejemos de confiar los cargos de responsabilidad política y económica a patanes y delincuentes, como hemos venido haciendo últimamente. No creo que esas protestas confíen en llegar a una Arcadia dorada, como puede que creyese por ejemplo la gente del mayo del 68 (que sí confiaban en el proyecto de la modernidad), quieren simplemente que se aplique el código penal.

Por último, es un discurso que ataca cierta “progresía”. ¿Ahí está, desde tu punto de vista, el error del progresismo, de la izquierda actual?
El principal problema de la izquierda actual es muy parecido al de la derecha. Al parecer alguien ha prohibido que se encarguen de las cuestiones políticas personas medianamente decentes y mínimamente inteligentes y nadie nos ha dicho nada.






15/10/12

en Diario El Popular (Arg.)

15/10/2012  |  por  Rodrigo Fernández

Donde viven los monstruos

El escenario de "Asesino cósmico", Mondadori 2012, es Isla Meteca. Allí sus habitantes viven temerosos de los humores de un monstruo que destruye todo lo que lo molesta. Una novela con una trama original que entremezcla géneros y personajes por el arte de narrar.

En su hilarante novela "Beber en rojo", Alberto Laiseca da rienda suelta a su amor por los monstruos y se despacha con una justificación de la importancia que éstos tienen para el arte. Así el monstruo es algo más que una presencia terrorífica para convertirse en el motor de la historia, en la excusa del héroe. Frankenstein dándole vida al doctor Víctor Frankenstein y Drácula convertido en la razón de la vida de el cazador de vampiros Van Helsing.

En "Asesino cósmico" (Mondadori 2012), el monstruo es un emblema de que lo que se oculta en los corazones de una sociedad destructiva. Una metáfora acerca del poder, la manipulación y el miedo.

Corre el año 2035 y la isla Meteca se recupera de un episodio trágico que cambiaria no sólo a los isleños. La ciudad de Sierpe queda destruida y fundan Ciudad Nueva. Los metecos trasladan piedra a piedra para conjurar los designios del monstruo de Cárdavo. El temor recorre las calles de Ciudad Nueva y el Corregidor Don Fabio espera destruirlo antes de terminar su mandato. Mientras tanto el joven Antero Legúfago, secretario del Corregidor, lleva los papeles de la oficina. Desde su videoclub Vladimiro Rascón mueve las piezas en el tablero. Después del desastre la ciudad lo erigió como uno de sus hombres eminentes y ahora es el momento de ir por todo. El poder, la gloria y la destrucción de Don Fabio. El poder en la isla Meteca está en manos de unos pocos y ellos no lo dejaran así porque sí. El problema menor parece ser el monstruo de Cárdavo y sin embargo su sola presencia justifica las muertes, la destrucción y las manipulaciones políticas. La trama es un enorme sin fin que da vueltas alrededor de los personajes de Cantavella, siempre tan cerca del límite, que intentan salvarse de algo que aun no pueden discernir ni entienden tan sabiamente como creen. Isla Meteca es el lugar donde la memoria se pierde a la vuelta de la esquina y "el tiempo en todas sus versiones converge en un solo punto que se repite cada vez".

"Esos humanos no necesitan excusas para volver una y otra vez a acabar con todo, para reafirmar la sabiduría estúpida del círculo", reflexiona Ukk, el asesino cósmico, que ha decidido jubilarse en la Tierra.

Robert Juan-Cantavella crea una trama original, intensa y cargada de personajes que la refuerzan. Como el sepulturero Renato Romo, Alpidia Ruano, obsesionada con la película Tiburón o el militar Cleofás Reyero, para el cual el sexo va de la mano de la muerte.

Un relato que fácilmente puede leerse de varias maneras y que sorprende página a página para concluir en lo impredecible.

4/10/12

en Revista Tónica

01/10/2012  |  por  Ana Vicini

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La alegría de inventar máquinas

Robert Juan-Cantavella nació en 1976 en Alzamora, España. Actualmente vive en Barcelona. Es escritor, traductor y periodista. Fue jefe de redacción de la revista Lateral y tiene publicados, entre otros, Proust Ficcion, Otro, El corazón de Julia, El Dorado y Asesino cósmico . Estuvo en Buenos Aires invitado al Festival Internacional de literatura (FILBA). Cuando le pregunto por la idea que lo llevó a escribir su última novela, Asesino cósmico, me responde: “Tengo ahí una cosa, ¿me dejas un minuto que voy a buscarla así te lo enseño?”. En menos de cinco minutos vuelve con dos libritos chiquitos, compactos. Las tapas resaltan por las ilustraciones y la leyenda “doce pesetas”, en amarillo. Doce pesetas de fines de los 70. El autor es un tal Curtis Garland y la editorial Bruguera, colección Bolsilibros.


–El origen de Asesino Cósmico está acá. Estos libros me los encontré en librerías de viejo y mercados de segunda mano, empecé a leerlos y me quedé  fascinado  y  decidí  jugar,  hacer  algo  parecido.  Y  este  Curtis Garland colabora en mi novela.


¿Cuántos años tiene él ahora?

Juan Gallardo es su nombre real; tiene 82 años. Por una cosa casual cayeron en mis manos sus novelas, y las de otros, pero por lo que fuese las que más me gustaron fueron las suyas y seguí leyéndolo. Cuando empecé a escribir la novela, partí de dos novelas suyas. De hecho, la mía se  llama  Asesino  cósmico  por  una  suya  que  es  del  año  73.  Decidí buscarlo  para  decirle  lo  que  me  proponía  y  pedirle  permiso, básicamente. Yo pensaba que tendría que ir a Madrid, no sé porque me había hecho la idea que lo encontraría allí. Resulta que vive no en mi calle sino en la de al lado, a tres minutos de mi casa. Me dijo que le parecía muy bien, nos hicimos amigos y al final decidí pedirle la colaboración esta y él accedió encantado. El origen de la novela es jugar con estos libros. Estos dos son de ciencia ficción, hay colecciones de western, de terror, de detectives, románticas, esos son los géneros principales y después hay pequeñas colecciones de karatekas, por ejemplo…


¿De karatekas?

¡Sí! Visualmente uno entiende más las películas de karatekas, digo, pero las novelas son extraordinarias. También las hay de porno, pero son géneros menores; los géneros principales son los que te he dicho.


Vos en la novela jugás con muchos de estos géneros.

Cada una de estas novelas tiene su género; yo lo que hago es tratar de jugar con todos, que la novela se vaya transformando cada vez en uno distinto; a veces, utilizando mecanismos muy simples como por ejemplo que un personaje de mi novela esté leyendo a su vez uno de estos, entonces entramos en la novela y leemos un relato dentro del relato. Otro,  simplemente,  es  que  la  trama  principal  de  ciencia  ficción  en ciertos momentos se transforma en terror o en vampiros o cosas así.


La novela tiene una gran cantidad de personajes y tramas. ¿No te complicó eso?

La trama que me permitió articularlos fue surgiendo poco a poco, pero no existía antes. Llegó un momento en el que no tenia ni idea de por donde tirar, y me pase meses que no, que no sabía como, y por poco la pierdo.


Si bien la historia transcurre en el futuro, uno tiene todo el tiempo la impresión de que se trata de una sociedad antigua. Los personajes, las relaciones entre ellos, todo crea una atmósfera de sociedad primitiva.
Si, yo quería generar esa confusión. Lo que más me interesaba de estos libritos  era  la  idea  de futuro que se plantean, basada  en la  idea  de progreso, una idea que ya no está a nuestro alcance; ahora somos incapaces de pensar en el futuro como algo positivo. El vocabulario que utilizan estos autores, la alegría con la que se inventan máquinas y le ponen nombres. Nombres compuestos, de unir electro con no sé cuánto y tal; ahí es donde decidí jugar con el futuro y con el pasado, crear en el lector esa colisión de conceptos. No quería hacerlo, por ejemplo, con un personaje que viaja en el tiempo; quería hacerlo a través del estilo, utilizando un lenguaje muy arcaizante, digamos barroco, un narrador decimonónico que te va acompañando todo el tiempo, un narrador que tiene su opinión sobre las cosas que cuenta. Es algo que hemos dejado atrás, también, como escritores.

¿Tuviste una intención de reivindicación hacia estos géneros populares?
No creo que yo pueda hacer nada por esta gente. Estos escritores son unos genios que están muy por encima de mí. Es cierto que son autores que no recibieron el reconocimiento que merecen porque la cultura oficial los menospreciaba, los llamaba escribidores porque no tocaban temas serios. El hecho de que usaran seudónimos también hace que no sean conocidos, pero sin duda eran los más leídos. Eso sí que me parece injusto, pero las cosas van y vienen y esta gente hizo un trabajo increíble que está ahí para quien quiera leerlo. Que un mequetrefe como yo venga a reivindicarlos no creo que sea algo que necesiten. Yo siento que más bien me acerque a ellos, especialmente a Juan Gallardo, como a un maestro. El mundo está lleno de gilipollas que tienen una obra absurda y creen que son... y éstos que tienen una obra asombrosa. Gallardo tiene 2000 novelas. Me dieron una lección grandísima.

En el marco del FILBA, diste un taller sobre periodismo punk, género que desarrollas en tu libro El Dorado.
Lo que yo quería hacer en El Dorado era intentar algo parecido a lo que ya había hecho Hunter S. Thompson; lo del periodismo punk es parte de la propuesta de la novela: intenta ser periodismo gonzo pero permitiéndose la licencia de utilizar en ciertos momentos y, de cierto modo, la ficción. En el caso de mi libro, la hiperficción. No se trata de falsear datos, de contar cosas que no sucedieron, en ese sentido soy más o menos escrupuloso y cuento lo que vi; entre otras cosas, porque los sitios a los que fui para contar la historia eran de por sí absurdos. En algunos momentos, para reflejar un ambiente o sensaciones que tengo me invento una pequeña historia, como cápsulas de ficción pero descabelladas, cosas que el lector sabe que no pueden ser reales; personajes que vuelan, por ejemplo.


Otras de las actividades fue “Soy tu librero”. ¿Estás al tanto de la literatura argentina actual?
He leído aquí un libro que se llama Glaxo, de Hernán Ronsino, una novelita que es una maravilla. A la Argentina sólo he venido dos veces, pero tengo colegas que han venido más y me traen libros. He leído a Iosi Havilio, por ejemplo. También hay escritores argentinos jóvenes a los que conozco yo y no conocéis vosotros porque viven y se publican allá. Hay una frontera literaria que es muy difícil de entender: escribimos en la misma lengua, somos lo mismo pero la comunicación parece que es muy complicada. Matías Néspolo, que vive en Barcelona, es muy buen escritor, su novela Siete maneras de matar un gato es chulísima y aquí  no  lo  conoce  ni  Dios,  o  no  como  se  merece.  No  lo  acabo  de entender, y ahora no hablo sólo de Argentina, sino de toda Latinoamérica, que los libros de acá no estén allá y los de allá, acá. Que se tenga que hacer una edición nueva. Supongo que el barco que tiene que llevar los libros de un lado al otro debe ser carísimo de fletar, digo yo, porque no se entiende... Vamos a ver qué pasa cuando el libro electrónico se imponga; entonces ya no tendrán sentido estas barreras. ¿O también se nos limitará a que veamos cada uno lo nuestro y ya?

16/9/12

en revista Eñe (Clarín)

14/09/2012  |  por Victoria Reale


en Telam

13/09/2012  |  por  Dolores Pruneda Paz

  
Crónica punk, ciencia ficción y la posibilidad de un futuro feliz

La crónica punk, la ciencia ficción y la posibilidad de un futuro feliz son las tres cuestiones que trajeron al escritor español Robert Juan Cantavella a Argentina, en el marco del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires, donde presentó "Asesino cósmico", su primera novela editada aquí.

El valenciano Juan Cantavella es el ideólogo del periodismo punk que intenta una vuelta de tuerca al gonzo de Hunter Thompson, con la introducción de ficciones claramente distinguibles en sus crónicas.

Es además, autor de la descabellada novela editada por Mondadori -climas a lo Lovercraft, lenguaje arcaico y ciencia ficción tipo Verne donde el futuro es una promesa de progreso y maravillas-, como tributo a la literatura popular o `pulp` que en los 60 y 70 pobló los quioscos españoles con westerns, policiales y ediciones baratas de terror y CiFi también optimista.

"El libro homenajea a Curtis Garland, Johnny Garland, Donald Curtis -explica a Télam Juan Cantavella-, sólo algunos de los seudónimos que Juan Gallardo Muñoz usó para escribir más de dos mil historias. Walt Sheridan, personaje de su novela, también.

Esas historias, repasa, "lo transformaron en referente de una generación obrera que escribía para obreros: sin registro del derecho de autor y menospreciados por el sistema cultural formal aunque esos libros eran los que más circulaban".

Juan Cantavella explica que "fue la coincidencia extraña entre el futuro feliz que contaban esos libros y el pasado, que es el lugar adonde ahora están", lo que lo llevó a escribir su novela.

"Lo que más me gustaba de ellos era la visión que tenían de un futuro maravilloso en el que existían una serie de aparatos con nombres inventados, tipo el rotador transnacional de filtración, que ahora quedan totalmente anticuados -su relato transcurre en 2035-, por eso usé un lenguaje barroco parecido al de novelas de aventuras de principios del siglo XIX".

A su entender, "la CiFi actual no tiene nada que ver con aquella felicidad, nosotros tenemos una visión pesimista del futuro y lo del lenguaje tiene que ver con eso, una visión del futuro que quedó antigua y que refuerzo con un registro voluntariamente arcaizante", continúa.

Se refiere a "un narrador tipo Dickens, que te acompaña a la casa del corregidor -Don Fabio Roelas, otro de sus personajes-. Anuncia las entradas de los personajes, qué pasará en el próximo capítulo, hacia dónde tienes que mirar para seguir la acción.. y además opina, nada que ver con el estilo pulp".

Sus libros, casi media docena, son todos muy distintos, -"no tengo un estilo", asegura-, y tardó dos años en escribir este último, "teniendo en cuenta", advierte, que maneja otros trabajos: periodista, traductor, profesor, "lo que vaya saliendo, siempre relacionado con las letras".

Estos tres oficios se aúnan en el de escritor: "nos soy traductor ni periodista de formación, pasé años metido en redacción (fue editor jefe de la revista cultural Lateral), años viviendo en Francia (donde aprendió el idioma) y me inventé lo del punk para digerir lo del gonzo.

Pero "el periodismo gonzo es una forma unipersonal de ver el periodismo que es lo que hizo ese escritor norteamericano Hunter Thompson, él era muy agresivo, arrogante, tenía posiciones muy fuertes y escribía siempre desde el yo sin tratar de ser objetivo textos muy largos con voluntad literaria".

"El gonzo es un texto político siempre, una lectura política de la realidad, tiene que ver con registrar cómo se comporta el ser humano y a qué estímulo responde en realidad", consigna.

Para Cantavella "eso de inmiscuirte en un lugar para contarlo desde dentro es uno de los elementos pero no es suficiente, para mí el gonzo propone una lectura siempre radicalmente política y muy subjetiva".

"Tal como lo veo yo el gonzo sólo es Hunter Thompson, y Hunter Thomson es periodismo gonzo, y el resto imitadores, se lo inventó él y creo que nadie ha aportado, aunque hay cientos de escritores gonzo que me encantan".

Por eso la mejor forma de imitarlo no pasó por adscribirse a ese movimiento sino, como él, "crear una etiqueta y reinar en ella en solitario, con un elemento diferencial, introducir una ficción desquiciada distinguible a simple vista para realzar ciertos climas que respeten lo real", concluye.

5/9/12

en el IV Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba) 2012

Taller: Del periodismo gonzo al periodismo punk
Miércoles 12 de septiembre de 2012, 10:30 – 14:00 hs.
Robert Juan-Cantavella
CCEBA FLORIDA, Florida 943, Microcentro

El uso de la ficción como componente periodístico, el trabajo desde y para la ficción según ambos subgéneros. ¿En qué lugar queda la realidad y su representación? ¿Qué puede esperar el lector?

http://filba.org.ar/?p=475





Soy tu librero, con Laurent Binet y Robert Juan-Cantavella
Miércoles 12 de septiembre de 2012, 16:00
Librería Eterna Cadencia

¿Cómo elegimos nuestras lecturas? ¿Quiénes son los interlocutores que nos orientan –formal o informalmente– en el armado de nuestra biblioteca personal? Antes que escritores, los autores suelen ser lectores voraces que han transitado diversos géneros y estilos para estacionar, casi siempre, en alguna pasión particular.
Para descubrir obras y escritores desconocidos, o para rastrear las influencias y gustos de los autores, Laurent Binet y Robert Juan Cantavella recibirán al público y recomendarán textos en la Librería Eterna Cadencia.

http://filba.org.ar/?p=486


Las aguafuertes después de Monsiváis
Mesa redonda: Damián Tabarovsky, Robert Juan-Cantavella y Guillermo Fadanelli. Modera: Maximiliano Tomas.
Viernes 14 de septiembre, 20:00 hs.
Fundación Tomás Eloy Martínez

La obra de Monsiváis se ha nutrido de la observación y de la reflexión sobre la gran ciudad y sus personajes, el carnaval de la política improvisada (su clase y sus dinámicas), la cultura de masas, el consumo y la sensualidad. Partiendo de su figura como la del gran cronista latinoamericano del siglo XX, este panel se interroga si existen hoy nuevas formas de hacer non-fiction y qué géneros hoy se pueden apropiar del inasible escenario hispanoamericano.

http://filba.org.ar/?p=772

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filba.org.ar

en Eterna Cadencia

4/9/12

Asesino Cósmico publicado en Argentina

Random House Mondadori Argentina
publica este mes de septiembre la novela
Asesino Cósmico

12/7/12

en Culturamas

11/07/2012  |  por  Hernán Francese y Carlos Gámez


“De algún modo ya no podemos hacer ciencia ficción”

Robert Cantavella (Almassora, 1976), es autor de cuatro novelas (Otro, El dorado, Asesino Cósmico, y El corazón de Julia, ésta última en coautoría junto a Óscar Gual), un libro de cuentos (Proust Fiction) y otro de poesía (Los sonetos). Como periodista, fue jefe de redacción de la revista Lateral, y como traductor destaca por su labor con la obra de Mathias Enard. Recientemente nos citamos con él en el Bar Leonés, ubicado en la avenida Paral·lel, Barcelona, al que suele concurrir por otra tertulia. Cercano en el trato y predispuesto al diálogo, he aquí el resultado de casi dos horas de conversación con el escritor:

CARLOS —Empecemos, ¿cómo influyen los géneros en tu literatura?

ROBERT —Bueno, yo escribí esta novela porque estaba fascinado por los géneros. En principio, llegué ahí por las novelitas de a duro, las novelas populares. Las que más me interesaban eran las de ciencia ficción y las de terror. En las novelas anteriores no tengo nada de literatura fantástica, por ejemplo. Pero en Asesino cósmico el propósito era jugar con los géneros, así que en esta novela los géneros lo son todo, o esa era mi intención. He tratado de manejar esos materiales, la fantasía, la ciencia ficción, el terror, y luego, de algún modo, traerlo un poco a mi terreno.

HERNÁN —En relación a esto, como el campo que las novelitas populares abarcaban era muy grande, ¿te pusiste un límite? Por ejemplo, las novelas de espías no entran dentro de tu novela.

R —La verdad es que no me puse ningún límite. Las novelas de espías no están, pero el tema detectivesco sí, de alguna forma está representado mediante el detective que investiga ciertos hechos que han sucedido en la isla, aunque no es un personaje principal. Pero no, no me puse ningún límite. Mi intención era precisamente lo contrario, intentar jugar con el máximo de géneros y subgéneros. Los que no incluí no están porque, o me interesaban menos, o no logré integrarlos. Para acabar la novela, por ejemplo, tuve algunos problemas precisamente porque no veía cómo podía cerrar todas las líneas que había abierto. Al final lo solucioné de una forma muy sencilla, que no vamos a desvelar ahora, pero hasta lograrlo estuve dándole vueltas durante algún tiempo, incluso temí perder la novela. Me pasé unos meses en que no sabía cómo darle sentido a todo. Y eso se debió precisamente a la sobreabundancia de materiales.


11/7/12

en la Semana Negra de Gijón

08/07/2012  |  por  J. L. Argüelles, La Nueva España




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Robert Juan-Cantavella 
juega con los géneros
 «Somos incapaces de generar una idea positiva de futuro», afirma el autor de «Asesino cósmico»

Cientos de miles de españoles consumieron durante años las llamadas «novelas de a duro», literatura popular de quiosco que satisfacía las necesidades de ficción de un país aún pobretón. Aquellas modestas publicaciones eran sinónimo de mala calidad, según recordó ayer Cristina Macía, pero en sus deslucidas páginas también crecían historias de desbordada imaginación que seguían los pasos canónicos de géneros como el policíaco, la ciencia-ficción, la novela rosa o la del oeste. Y ahí se ha alimentado Robert Juan-Cantavella para su «Asesino cósmico».

«Es una literatura con la que quise jugar porque me encanta», explicó ayer el escritor y ex jefe de redacción de la revista «Lateral». Publicada por Mondadori, «Asesino cósmico» tiene, además, la singularidad de que uno de sus doce capítulos es obra de Curtis Garland (Juan Gallardo), uno de aquellos populares autores, con Silver Kane (en realidad, el hoy aplaudido Francisco González Ledesma), entre otros, de aquellas itinerantes «novelas de a duro». Curtis Garland, que se fracturó una pierna en Madrid poco antes de subir al «tren negro» con destino Gijón, no pudo acompañar a Robert Juan-Cantavella. Éste explicó: «Me hice con todas aquellas novelas populares en los mercadillos y quedé fascinado; me propuse jugar con los géneros».

El resultado es «Asesino cósmico», que su autor considera más lúdica que su anterior novela «El Dorado», publicada también por Mondadori, en 2008, y que es más «política». En este libro, Robert Juan-Cantavella toma el modelo del «periodismo gonzo» que practicó el celebrado Hunter S. Thompson para desarrollar, a través de una incursión en Marina d´Or, una sátira de la economía especulativa sobre la propiedad inmobiliaria. Explicó ayer que quiso prolongar esa experiencia de «periodismo gonzo» con un relato electoral, pero que abandonó al ver que los protagonistas serían Rajoy y Zapatero. «El Dorado» fue elegido por la revista «Quimera» mejor libro de 2008.

Nacido en 1976, doctor en Teoría de la Literatura con un trabajo sobre Joan Brossa, Robert Juan-Cantavella analizó ayer la perspectiva vital de su generación: «No somos capaces de generar una idea positiva de futuro», conclusión que opuso al «optimismo» con que, en su opinión, se vivió en los años setenta del pasado siglo. «Todo eso ha cambiado, incluso la idea de progreso que se tenía entonces».

«En Asesino cósmico quería contar muchas historias a través de los géneros, desde el terror hasta el porno blando, aunque domina la ciencia-ficción», indicó Robert Juan-Cantavella.


08/07/2012  |  por  Carlos Cienfuegos, El Comercio

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La ciencia ficción, protagonista

Robert Juan Cantavella presentó ayer, en el hotel Don Manuel, su nueva novela 'Asesino cósmico'. La obra pretende recuperar el estilo de aquellas novelas antiguas que se compraban en los kioskos «a cambio de un duro». «Cuenta con una multitud de géneros como el western, el terror o el porno, aunque la ciencia ficción es el principal» afirmaba el autor en la presentación.

Por otro lado, Luis Vigil se encargó de recordar a una de las revistas de mayor prestigio dentro del género, 'Nueva Dimensión'. El que fuera director del medio, afirmó que era «una revista de amigos, para amigos». Además apuntó la dificultad para publicar ciertos contenidos del 'fanzine' en los años de su estreno, coincidentes con la época franquista. Con el estreno de un libro recopilatorio, con lo mejor de las 50 primeras entregas, Vigil insistió en la necesidad de este tipo de medios.

8/5/12

en Iletrado pero cuerdo

03/06/2012  |  por  Eric Gras

Divertidas peripecias, extravagancias. Charlando con Robert Juan-Cantavella

Leer el nombre de Trebor Escargot permite que ciertos músculos del rostro cobren vida y dibujen, tras unos efímeros nanosegundos, una incipiente sonrisa, quizá algo tonta pero siempre agradecida. Para un servidor, poco dado a reprimir esa cosa tan humana de la risa –que  un tal Mark Twain acertó en decir “es un arma verdaderamente eficaz”–, es necesario encontrar ciertas lecturas que tengan la particularidad de estar protagonizadas por algún que otro tipejo divertido y extravagante. Ese sería el caso de Escargot, esa especie de alter ego de un autor que, si me permiten la licencia, es una de las voces más potentes que existen en la actualidad, con su particular estilo que entremezcla el periodismo gonzo, el pulp y la ciencia ficción –aunque ahora también se nos desmarca publicando poesía–. Sus novelas El Dorado y Asesino cósmico –ambas publicadas en Mondadori– le avalan y le sitúan, según creo, como uno de los escritores experimentales a tener en cuenta. Personaje-narrador-periodista, Robert Juan -Cantavella, merecía ser “víctima” de nuestra curiosidad.

Cuando tuve la ocasión de conocer a Robert tras la aparición de
El Dorado yo era un “pipiolo” en estas lides periodístico-literarias. En aquel entonces, como no podía ser de otro modo, mis preguntas carecían de atrevimiento y ese cierto toque “malicioso”. Lógico, yo era Nadie –sigo siendo Nadie– y pecaba de falta de picardía. Una picardía que, por el contrario, se muestra rebosante y con una salud de hierro en los textos de Robert Juan-Cantavella, marcados por un cinismo e ironía que, si les soy sincero, hacen falta ante tanto personajillo carente de juicio y sentido que cree tener la potestad de hacer y deshacer a su antojo y de manipular a una sociedad que cada día insiste más en no querer saber nada. El Dorado permitía al lector contemplar una feroz visión sobre esos escenarios que nos venden como idílicos, dirigidos a las familias de clase media y que buscan convertirse en simples parques temáticos –llámese Marina d’Or, llámese lo que se les antoje–. A través del humor, de un surrealismo conciso, de un absurdo, Robert y su Escargot no dejaban títere con cabeza. Imagino que, ante tanta aventura satírica, debía proseguir su búsqueda de “divertirse” literariamente. Por eso Asesino cósmico es una novela fragmentada, donde cada capítulo puede leerse de manera individual pero donde la clave es ver la manera en que cada pieza va encajando hasta dar forma a la historia total. La obra es, además, un homenaje al género pulp, aquel que se nutría de historias policiales, o “de detectives” (suspense y thrillers), de ciencia ficción y fantasía, que aparecieron en revistas a mediados del siglo XX. Todo eso y más puede disfrutarse con su narrativa. El mundo literario de Robert Juan-Cantavella reactiva las neuronas, no lo olviden.

Pregunta: Peripecias, situaciones grotescas, extravagancias, locuras, diversión… Estos términos suelen asociarlos a tu producción literaria. A partir de la farsa y el disparate, de una pizca de cinismo e ironía, logras realizar una crítica bastante dura sobre esta realidad nuestra que, ya de por sí, es una locura. ¿O nos equivocamos?

Robert Juan-Cantavella: Esa sería la idea. Las situaciones grotescas no existen por su cuenta y riesgo, somos nosotros los que las perpetramos, te las encuentras a cada paso. Yo tiendo a fijarme en ellas porque en una novela dan mucho juego, pueden resultar muy divertidas, pero también porque eso es lo que somos, ni más ni menos, eso es lo que nos explica, aunque tratemos de negarlo o ver sólo la paja en el ojo ajeno. Fíjate que los mayores transmisores de situaciones grotescas, encapsuladas y listas para consumir, son los telediarios y los periódicos, ahí coincido con ellos.

P: ¿Es importante para Robert Juan-Cantavella recibir elogios? ¿O simplemente te dedicas a escribir y a divertirte con ello?

R. J. C.: Trato de no pensar mucho en eso. Por otra parte, no sé muy bien por qué escribo, me lo he preguntado algunas veces y no he llegado a creerme ninguna respuesta. Pero bueno, todos tenemos nuestro corazoncito.

P: ¿Juegas a la metaficción? Y, por cierto, ¿a qué narices llaman metaficción?

R. J. C.: Metaficción es cuando la literatura juega con la literatura. Supongo que es una enternecedora forma en que los escritores aceptamos nuestras limitaciones, a veces nuestra impotencia, y trabajamos con los mimbres que conocemos o creemos conocer. Otra forma de verlo es como un juego del intelecto, que si está filtrado por la ironía puede resultar muy estimulante. Sí, he jugado algunas veces a ese juego, lo confieso, sobre todo en el libro de relatos Proust Fiction y en la novela Asesino cósmico.

P: Una curiosidad, ¿cómo te surgen esos nombres estrafalarios de tus personajes?

R. J. C.: Supongo que te refieres a los que aparecen en la novela Asesino cósmico: pues los saqué del santoral católico, sin ir más lejos, por lo menos en su mayor parte. Algunos, sólo unos pocos, eran nombres griegos. Nombrar a un personaje tiene su aquel, depende de la decisión que tomes podrá comportarse de un modo y no de otro, te resultará más sencillo lograr que haga ciertas cosas, que tenga miedo de otras, que sienta ira o ternura, que hable de una forma o de otra. Tiendo a evitar los nombres comunes, porque tiendo a evitar los personajes comunes. Según yo lo veo eso va unido, como una especie de cadena. Pero los nombres poco comunes no siempre necesitas ir a buscarlos a Marte, a veces basta con que haya pasado el tiempo. Lo único que hice con gran parte de los personajes de Asesino cósmico fue buscar nombres en desuso, nombres viejunos, en esa novela me interesaba mucho jugar con el futuro y el pasado, y los nombres de los personajes me sirvieron para anclar en el pasado una historia que sucedía en el futuro, que era el desequilibrio que andaba buscando… pero la mayoría de ellos, como te digo, figuran en el santoral.

P: Hace poco leíamos en un artículo colgado en la red lo siguiente: “¿Por qué elogiamos la fanfarronería de Hunter S. Thompson pero no la toleramos en Robert Juan-Cantavella?” ¿Eres o te consideras fanfarrón?

R. J. C.: Vaya… ¿eso dicen? En la novela El Dorado hice un planteamiento muy parecido a lo que hacía Hunter S. Thompson, un periodista norteamericano con mucho talento para escribir y un gran valor, más que fanfarronería, para afrontar el periodismo. Por lo menos lo tomé como modelo. Así que me inventé un periodista que hiciese el trabajo, pero que en lugar de escribir sobre Las Vegas escribiese sobre Valencia. Le llamé Trebor Escargot. Y sí, Trebor Escargot es un poco chuleta. Pero vaya, Trebor Escargot, no yo.

P: Mucho se ha hablado de tus novelas Asesino cósmico y El Dorado. No obstante, hace poco vio la luz un libro de poesía, Los sonetos, y una obra escrita a cuatro manos junto a Óscar Gual, El corazón de Julia. ¿Poesía y zombis se complementan?

R. J. C.: Ya ves, parece extraño pero sí… aunque no en el mismo libro, cada uno en el suyo. Del libro que escribí con Óscar, El corazón de Julia, estoy muy contento, ha sido una gran experiencia, escribir a cuatro manos puede llegar a ser muy interesante, además la historia es un disparate, muy divertida, llena de zombis y cantautores, y decimos lo que nos da la gana sobre lo que nosotros veíamos como un problema político serio. Y por si fuera poco no sólo éramos nosotros dos, en el libro también participa Riot Über Alles, un artistazo que hace las ilustraciones. Los sonetos es un libro muy distinto. La verdad es que no me veía escribiendo poesía, pero ahí está. No tiene nada que ver con el otro, que básicamente es una sátira. Aquí me interesaba más el lenguaje.

P: Últimamente, si abres un periódico puede darte un colapso nervioso por la cantidad de “malas noticias” que se leen y se escriben, sobre todo si son noticias procedentes del territorio que te vio nacer. ¿Algún consejo para sobrevivir?

R. J. C.: Ojalá lo tuviese, empezaría por aplicármelo. Lo cierto es que nos han llevado a un lugar muy feo, y han preparado para nosotros un futuro muy negro. Y sí, los valencianos, como sucede últimamente cuando se tratan estos temas, volvemos a estar a la vanguardia. Primero, con “Calle vostè, parle vostè” (qué culpa tendría el Tribunal de les Aigües…), y a renglón seguido con “Tómbola”, en Valencia inventamos el lenguaje televisivo del presente, hoy en día la televisión no se entendería sin aquellos precedentes. Y ahora también hemos estado en los primeros puestos a la hora de berlusconizar la política española. Tenemos cierta habilidad para el liderazgo, el pequeño detalle es que casi siempre es en temas más bien turbios. Berlanga era un cineasta realista, lo que pasa es que en nuestras tierras la realidad es otra cosa, por eso sus películas parecen también otra cosa.

P: ¿Periodismo punk o periodismo gonzo? ¿En qué quedamos?

R. J. C.: Mi Periodismo Punk es una burda imitación del Periodismo Gonzo de Hunter S. Thompson, pero en cualquier caso no ha pasado de un experimento para la novela El Dorado. Me pareció que la forma más drástica de inspirarme en ese escritor era hacer como él, inventarme una escuela a la que no invitaría a nadie más, y en la que reinaría en solitario. Así que el mejor modo que encontré de hacer Periodismo Gonzo fue no haciendo Periodismo Gonzo, sino Periodismo Punk, que es algo muy parecido, pero donde me reservo el derecho de jugar también con la ficción. A fin de cuentas El Dorado es una novela.

P: ¿Podemos saber qué autores te indujeron a darle a la tecla?

R. J. C.: Boris Vian. El pobre ingenuo que había en mí quería escribir historias como las suyas, como La espuma de los días, o como los relatos de El Lobo-Hombre. No es que sea mi autor preferido ni nada parecido, pero sí el que está en el origen de que empezase a escribir, o por lo menos uno de ellos. Sigue interesándome muchísimo, y curiosamente es una línea que tengo bastante aparcada. A menudo los primeros impulsos son los más importantes, quizá esté esperando el momento. O quizá algo dentro de mí ya sepa que por ahí no voy a ningún sitio, qué sé yo.

P: ¿Prefieres una buena historia/trama o un buen ejercicio/uso del lenguaje?

R. J. C.: No creo que una cosa se sostenga sin la otra. Una fantástica historia contada por alguien que no sabe escribir no es nada, de hecho ni siquiera es una fantástica historia, pues si no la hemos sabido escribir simplemente no existe. En el caso opuesto, tenemos muchos ejemplos de historias que podrían ocurrírsele a cualquiera, pero que sólo un genio puede convertir en una obra maestra, como El viejo y el mar, de Hemingway, donde: un viejo sale a pescar en una barquita, lucha con un pez durante dos días hasta que lo vence, aparecen los tiburones y se comen el pez, que a todo esto era enorme, y el viejo llega a puerto medio muerto y sin el pez. ¿Quién se atrevería a decir que esa es una buena historia? ¿Quién se atrevería negar que es una novela fantástica? Grandes historias, llenas de épica y requiebros sorprendentes, las encuentras en la barra de cualquier bar, basta con pedirte un café, hacer como que lees el periódico y estar al tanto. Pero luego esas historias hay que saber contarlas, y eso si hablamos de una novela se hace con el lenguaje. Así que no hay una cosa sin la otra. Yo tiendo a ser más indulgente con los estilistas, me gustan mucho los escritores estilistas, aunque esté mal visto. Puedo soportar que la historia no sea genial, si me la cuentan bien, y sí, si me fascinan con el lenguaje. En el polo opuesto, si algo no está bien escrito, ni siquiera puedo considerarlo una historia, así que mal podría decirte si es buena o mala.

P: ¿Qué opinión te merece todo eso que llaman ‘Cultura Pop’?

R. J. C.: La cultura pop es el mundo en que vivimos. No sabría por dónde empezar. No hay nada más pop, por ejemplo, que el hecho de que una pandilla de delincuentes chalados licenciados por Harvard o Esade y empleados por un banco de inversiones o una agencia de calificación de riesgo decida lo que vale nada menos que un estado nación, como Grecia, como Portugal, como España, con el beneplácito de sus astutos dirigentes políticos, los de Grecia, los de Portugal, los de España. Eso antes bastaba para armar el argumento de una novela distópica, una novela que en algún momento podría haber sido considerada “pop”. Pero los tiempos han cambiado, y un despropósito como ese no sólo no resulta sorprendente, sino que como ciudadanos hemos llegado a aceptarlo sin más, con total mansedumbre. Se ha convertido en nuestro contexto, en el aire que respiramos. Antes la cultura pop era algo que podías señalar con el dedo, que era posible diseccionar. Ahora forma parte de nuestra forma de ver el mundo.

P: Si alguien te pidiera que le aconsejaras un título de una novela, ¿cuál sería?

R. J. C.: Hace poco he leído un libro fantástico, no es exactamente una novela, pero he disfrutado mucho: Paseos con mi madre, de Javier Pérez Andújar. Cuenta algunos episodios de su vida en una ciudad que hay al norte de Barcelona, Sant Adrià del Besós, donde él nació y de otras poblaciones cercanas que forman parte del cinturón que rodea Barcelona. Es como una crónica de la Barcelona que queda alrededor de Barcelona, la Barcelona del extrarradio, la de los charnegos, la Barcelona que no fue capital olímpica ni es la capital del diseño ni tampoco nada de todo lo que se empeñan en que sea Barcelona. Ahí tienes historia y lenguaje, las dos cosas. Un libro cojonudo.


13/12/11

en Tribuna Salamanca

12/12/2011  |  por  Antonio Marcos



Asesino cósmico, esencia 'pulp' 

Robert Juan-Cantavella ha rendido en "Asesino Cósmico" (Mondadori, 2011) un profundo homenaje a la literatura popular, a aquellas ajadas novelas de la colección Bolsilibro que pasaban de mano en mano a un duro el cambio en los quioscos. Es complicado resumir el argumento, pero transcurre en 2035 –una fecha muy del futuro en los años setenta– en una isla llamada Meteca y la protagonizan extraterrestres, caciques, vampiros, zombis y alguna muchacha poseída por el diablo. Extravagante y deliciosamente escrito, este artefacto literario se recomienda a los lectores sin prejuicios.

Pulp Inside! No es lo mismo adornar el paisaje de una novela con citas a la cultura popular –una moda que busca más que nada la complicidad, sobre todo generacional, del lector– que construir un relato basándose en la esencia de la literatura de derribo, que es lo que ha hecho Robert Juan-Cantavella: parece como si hubiera metido en la trituradora todos los géneros y destilado esa pasta de papel barato con una manera de contar propia. La acción nos remite al futuro próximo, pero se nos narra con un aire antiguo, un lenguaje casi cervantino con el que transmite precisión, riqueza expresiva y un toque de melancolía. "A la 'manera moderna' de otro tiempo", como dice Thomas Mann en una de las citas que abren el texto. El narrador se dirige a nosotros como si todo hubiera ocurrido y ya nada tuviera remedio, mezclando diversas capas de realidad y ficción, y sorprendiéndonos a cada momento. El autor no ha imitado "la manera" de las novelas de quiosco: ha comprendido todo lo que de valor hay en ellas y construye su propio discurso.

¡Con la aparición estelar de Curtis Garland! Juan Gallardo Muñoz tiene mucho que ver en este libro. El título está apropiado de una novela suya de 1973, publicada con el seudónimo de Curtis Garland, uno de los casi diez que utilizó en sus dos mil obras. Y, en un juego literario más, Juan-Cantavella le invitó a escribir un capítulo de este nuevo "Asesino cósmico". Garland ha escrito unas memorias que todavía no he leído, pero haciendo caso a otro estajanovista de la máquina de escribir como Francisco González Ledesma (Silver Kane, entre otros), admiro ese trabajo de medio negro editorial, produciendo sin parar libros que sí leía la gente. Encontrar y administrar los mecanismos de una intriga, ceñirse al género, buscar a la vez la calidad mínima y la máxima sin tiempo apenas para releer lo escrito... y volver a empezar. Hoy oeste, mañana ciencia ficción, pasado novela romántica. Cualquier homenaje es merecido, y este libro lo hace de una manera explícita y rotunda.

Los otros somos nosotros. Una de las tramas que más me gustó de "Perdidos" es aquella donde los náufragos se enfrentan a "Los Otros". Y descubrir después que para esos otros también hubo unos "otros" antes. En "Asesino cósmico" también hay una isla y también hay "otros", y quizá todos sean observados desde el espacio por alguien a quien le persigue algún otro. Pequeñas guerras de poder, conspiraciones de casino de pueblo que tienen su origen "cuando ocurrió todo aquello". Ocurrió algo de lo que nadie habla en un lugar donde nadie quiere entrar, tal vez porque hay un monstruo que se come a la gente si se cabrea. Ese lugar oscuro, el cerrar la memoria y contarla de un modo distorsionado es uno de los grandes logros de este novela. La fábula, la leyenda, como narración que determina las vidas de los protagonistas. Y la construcción de esa narración como herramienta hegemónica. Pueblo chico, infierno grande.

Dramatis personae. Al comienzo de la novela, el autor enumera a todos los personajes que intervienen en ella. Y parece mentira que vayan a caber tantas historias en poco más de 250 páginas. Están el viejo corregidor, el enano Vladimiro –dueño del único videoclub de la isla–, la malhadada y ojerosa Sue Ikling, José María El Tempranillo, la directora de cine Alpidia Ruano, la familia Legúfaro y la blanca de piel Benilde Rascón. Entre otras decenas. La imaginación del escritor para mezclar tramas –saltar de una guerra medieval a un enfrentamiento dentro de Matrix y de ahí a una hecatombe nuclear– es asombrosa. Y funciona. El pretencioso uniforme de Vladimiro y el archivo donde aspira a más el joven Legúfaro son ejemplos de la atmósfera densa del paisaje de Isla Meteca. Un lugar extraño, una playa terminal, donde todo puede ocurrir siempre que nos lo cuenten bien, donde todas las historias tienen cabida. El lector entra allí descolocado y permanece en tensión, recorriendo sin poder parar ese paisaje a ratos apocalíptico y a ratos decimonónico. Ante esta novela, el lector está un poco como Chartlon Heston en ese rato entre que cae la nave y los simios lo meten en la jaula.

Unos cuantos enlaces interesantes. La novela tiene su propio blog, donde el autor ha ido recogiendo las reseñas publicadas y ofreciendo material de contexto. Hay bastante material sobre Curtis Garland en la red: por ejemplo una entrevista, y la ficha de su libro de memorias, reseñado en ese maravilloso blog sobre la cultura popular española que se llama Lady Filstrup.

22/11/11

El corazón de Julia... ya a la venta

El corazón de Julia
Una novela de zombis y cantautores


Una novela de Gual & Cantavella
Ilustrada por Riot Über Alles

Más información, aquí.

2/11/11

en Página 2 (TVE)

02/11/2011  |  por  Tito Ros / Óscar López


link

31/10/11

en El Cultural (El Mundo)

28/10/2011  |  por  Santos SANZ VILLANUEVA



Sobre Asesino cósmico

por Santos SANZ VILLANUEVA

Tras un puñado de citas, lo primero que encontramos en el nuevo libro de Robert Juan-Cantavella (Almassora, 1976) son casi dos páginas con un largo censo de personajes, bastantes con nombres llamativos o estrafalarios, que invitan a conocer “las asombrosas aventuras del Asesino Cósmico”. Recuerda la lista de “dramatis personae” que suele ponerse al frente de una pieza teatral, pero su verdadero vínculo se establece con el desfile de los miembros de una compañía circense al comenzar la función. Hacia este último sentido remite la alborotada historia de fanta ficción que Asesino Cósmico contiene un tanto a la manera de puzle. Muchas y extravagantes peripecias se encadenan a lo largo de los dos centenares y medio de páginas de una “novelita fantástica” con la cual el autor, según aclara en nota final, espera habernos hecho pasar un buen rato.

Situaciones grotescas, personajes valleinclanescos, seres del imaginario popular (un maligno extraterrestre mutante, un dragón terrible), gente común, un bosque tenebroso, juego, invención libérrima, vodevil, melodrama, parodia literaria... todo ello y más se va acumulando en un relato que gira alrededor de un pretexto argumental: en el año 2035 alguien recapitula los apocalípticos sucesos que destruyeron en 1994 Sierpe, la capital de un país llamado Isla Meteca, y motivaron la fundación de Ciudad Nueva.

Dirige la imaginaria función un narrador cuya identidad se desvela en las últimas páginas y que actúa a la manera decimonónica, dominando todos los sucesos, interfiriendo la historia y apelando al lector. Un ostensible gusto por contar da lugar a una muñeca rusa de relatos dentro del relato surgidos de una inventiva fecunda. Una notable capacidad para el humor en la amplia gama de registros que va de la ironía a la sátira produce un libro goliardesco, iconoclasta. La sintaxis de abundantes frases nominales propicia el ágil desarrollo de las peripecias. A este conjunto de aciertos solo puede ponérsele el reparo de una cierta generosidad en la materia, pues la abundancia más la reiteración esperpéntica provocan algo de cansancio.

En suma, el libro se salda con un balance global muy positivo: un texto divertido cuyas muchas locuras conducen, sin embargo, y como quien no quiere la cosa, a una reflexión seria sobre el mundo. No necesitamos monstruos para sembrar el dolor y alimentar la catástrofe, concluye el narrador. De este modo, Juan-Cantavella trasforma al fin la farsa y el disparate en una alegoría ácida y pesimista de la vida. Merece la pena leer Asesino Cósmico y no perder de vista al autor.